POR GABRIEL RAMONET
La experiencia de surcar aguas míticas, repletas de historias extremas y de paisajes con naturaleza casi no intervenida por el hombre, continúa llamando la atención de los visitantes que suelen acumularse en la zona portuaria desde donde parten las diferentes excursiones marítimas.
La navegación en catamaranes por el Canal Beagle sigue siendo una de las atracciones más convocantes para los miles de turistas nacionales y extranjeros que visitan la ciudad de Ushuaia, en Tierra del Fuego.
La experiencia de surcar aguas míticas, repletas de historias extremas y de paisajes con naturaleza casi no intervenida por el hombre, continúa llamando la atención de los visitantes que suelen acumularse en la zona portuaria desde donde parten las diferentes excursiones marítimas.
La navegación en catamaranes por el Canal Beagle sigue siendo una de las atracciones más convocantes para los miles de turistas nacionales y extranjeros que visitan la ciudad de Ushuaia, en Tierra del Fuego.
La experiencia de surcar aguas míticas, repletas de historias extremas y de paisajes con naturaleza casi no intervenida por el hombre, continúa llamando la atención de los visitantes que suelen acumularse en la zona portuaria desde donde parten las diferentes excursiones marítimas.
El Beagle, llamado así por el nombre del buque británico HMS Beagle que a cargo del capitán Robert Fitz Roy recorrió la zona por primera vez en 1830, atesora desde potentes historias de aventureros y naufragios hasta atracciones clásicas como el Faro Les Eclaireurs, conocido como el “falso” faro del Fin del Mundo que lleva 105 años guiando a marinos y soportando el hostil clima de la zona.
En el segundo viaje del HMS Beagle viajó a bordó el naturalista Charles Darwin, autor de la teoría de la evolución biológica por selección natural, o “teoría de la evolución”.
El paso marítimo de unos 240 kilómetros de extensión que conecta el océano Atlántico con el Pacífico fue navegado primero por los Yaganes, el pueblo de canoeros que habitó sus costas desde hace más de seis mil años y que lo bautizó “Canal Onashaga”.
La cercanía con Chile, cuyo territorio abarca la mitad del canal, originó la famosa controversia limítrofe que casi finaliza con un conflicto armado a finales de 1978 y que concluyó con la firma de un tratado de Paz y Amistad en 1984, tras la disputa por la soberanía de las islas Picton, Lennox y Nueva.
Para los turistas que lo navegan en la actualidad, el canal les permite, además, una contemplación singular de la ciudad de Ushuaia desde el punto de vista del mar, a lo que se suman el avistaje de aves y lobos marinos y el entorno de montañas nevadas y bosque patagónico.
Los distintos circuitos invitan a observar vistas únicas de la cordillera y de montañas icónicas como el Monte Olivia, así como de estancias pioneras como Harberton y Túnel.
Trece empresas ofrecen en la actualidad distintos circuitos para navegar el Beagle, con precios que van, en promedio, desde los $45.000 a los $75.000 por pasaje dependiendo de la duración de la travesía y de los servicios que se presten.
La excursión marítima clásica por el canal, de unas tres horas de duración, recorre la Isla de los Pájaros y la Isla de los Lobos, lugares donde se pueden contemplar aves como albatros, cormoranes, skúas, gaviotas, petreles y lobos marinos de uno y dos pelos.
El faro Les Eclaireurs
El siguiente punto de atracción es el faro Les Eclaireurs, un sitio muy popular del recorrido e ideal para tomar fotografías.
El faro, cuyo nombre en francés significa “los exploradores” y fue construido en 1919 e inaugurado en 1920, es una torre de ladrillos de 11,5 metros de altura y 3 de diámetro, erigida en la parte superior de un grupo de islotes a 9 kilómetros de la bahía de Ushuaia.
Según explicaron voceros del Instituto Fueguino de Turismo (Infuetur) la historia del icónico faro comenzó en abril de 1918, cuando el barco de la Armada Argentina “Vicente López” realizó un relevamiento por el Canal Beagle con el fin de encontrar el sitio más apto para instalar una señal luminosa que sirviera de orientación para los barcos que llegaban al puerto.
Por ese entonces, Ushuaia “dependía totalmente” de estas embarcaciones para el suministro de víveres y provisiones, por lo que dotar de mayor seguridad a las maniobras de arribo y salida de los buques era también una tarea de supervivencia para la incipiente aldea fueguina.
La Armada concluyó que el mejor lugar para el faro era un grupo de islotes bautizados con el nombre de Les Eclaireurs (los exploradores) por el capitán francés Louis Ferdinand Martial quien había estado al mando de una expedición por la zona llamada La Romanche en los años 1882 y 1883.
De acuerdo al criterio de los marinos argentinos, el sitio exacto para construir la torre era uno de los peñones “ubicado al noreste de los islotes” y allí empezó a levantarse la estructura, el 19 de diciembre de 1918.
El faro de forma “ligeramente troncocónica” y pintado en tres franjas: roja, blanca y roja, quedó ubicado a 22,5 metros sobre el nivel del mar y con capacidad para emitir luz “de color blanco y rojo a intervalos de 5 segundos”, con un “alcance óptico de 7,2 millas náuticas” mientras que actualmente funciona de manera automática y alimentado por paneles solares, precisaron las fuentes consultadas.
Transformado con el tiempo en una postal clásica de Ushuaia y visitado por miles de turistas a través de una excursión marítima, el Les Eclaireurs se ganó un lugar propio en la toponimia austral, aunque la confusión con el llamado “Faro del Fin del Mundo”, ubicado en Islas de los Estados, sigue produciéndose hoy en día.
En realidad el “Faro de San Juan de Salvamento”, el más antiguo del país, es el que inspiró al escritor francés Julio Verne a escribir la novela “El Faro del Fin del Mundo”, publicada en 1905 y que le dio el apodo definitivo a aquella torre lumínica.
La excursión clásica por el Beagle incluye como variante un breve descenso en la isla Karelo o isla H, donde se puede realizar una caminata de entre 10 y 15 minutos de baja dificultad y disfrutar de una vista panorámica a través de un sendero de 160 metros de longitud donde es posible contemplar la flora y avifauna de la zona, y restos arqueológicos como los llamados “concheros Yámanas”.
Pingüinos magallánicos
Otra excursión más extensa por el Beagle (que se realiza entre noviembre y marzo) agrega a los destinos anteriores la Isla Martillo, en donde se encuentra una colonia de pingüinos magallánicos.
También existen excursiones combinadas, como una que ofrece la posibilidad de ir por tierra hasta el Parque Nacional Tierra del Fuego, realizar el viaje en el mítico Trencito del Fin del Mundo, que emula el recorrido de los presos del antiguo penal de Ushuaia, y embarcarse en Bahía Lapataia para navegar el canal.
Esta opción suele ser utilizada por los pasajeros (la mayoría extranjeros) de cruceros turísticos, que aprovechan así su estadía en la ciudad.
En menor medida, algunos recorridos ofrecen trasladarse a la isla Redonda (partiendo desde Bahía Ensenada, dentro del Parque Nacional) en botes semirrígidos o cruzar a la localidad chilena de Puerto Williams, en la costa opuesta del canal sobre la Isla Navarino.
En cualquiera de sus formas y modalidades, la navegación del Canal Beagle ofrece una experiencia única, en la que el poder de la naturaleza se filtra por todos los sentidos, y en la que la reminiscencia de los aventureros flota en el aire marino, junto a la sal de las olas.