Para el extranjero que vive en la India, resulta un fenómeno del todo común que después de un tiempo en el país, uno se convierta en una extensión del mismo. El abrumador Universo indio se transforma en el mundo al completo, y uno acaba por tener la certeza de que más allá no puede haber nada. En el norte de la India, la historia y la tradición se imponen con tal brutalidad a cada paso que el extranjero termina por hacerlas suyas, incluso si ha vivido con la determinación de que nunca fuera así. Nuestros orígenes se pierden en el olvido, y al hombre blanco sólo le queda vivir sujeto a la inclemencia de las estaciones.
Conozco esa inercia que proporciona el despiadado clima indio como la palma de mi mano, y entonces siempre recurro a mi técnica secreta de meter lo imprescindible en mi bolsa más liviana y tomarme un mes de vacaciones. Me espera una tierra lejana, extraña y realmente ajena, a la que sin embargo no se anteponen fronteras ni aduanas. La madre India siempre ofrece alternativas al cansancio, pero no hay ninguna que supere a la perspectiva de un viaje al pequeño y rico estado sureño de Kerala.
El paisaje de Kerala está dominado por el verdor de sus plantaciones
EL ENCANTO DE LO AJENO
Para aquel que en la India estudia las vetustas tradiciones védicas, los complicados entresijos del tantrismo, o el por qué de la feroz dieta indostánica, el viaje a Kerala es el antídoto perfecto para darnos cuenta de que aún no sabemos nada. Kerala es como un pequeño balandro que navega completamente independiente del monstruoso navío al que está pegado. Las estadísticas nos muestran que aquí “todo es diferente del resto”. El estado posee el índice de alfabetización y la esperanza de vida más altos del país. Su natalidad y mortalidad infantil son, por otro lado, las más bajas del Subcontinente indio. Kerala destina más presupuesto a salud y educación que ningún otro estado de la Unión India, y a pesar de su reducida población (apenas 30 millones), posee una de las producciones literarias y cinematográficas de más calidad de la India.
Kerala fue el primer estado indio -y de hecho del mundo- en el que se eligió por voto popular a un gobierno comunista. Y su bienestar social queda patente en más cifras: dos médicos por aldea y algo más de tres maestros por escuela rural. Inicialmente el visitante queda cautivado por el fluir del espíritu de su gente. Viniendo de otras partes del país, nos cuesta trabajo comprender cómo aquí puede desaparecer esa cualidad reconcentrada tan típica del indio de otras latitudes. Los mallayalam -término con que también se designa a su lengua-, son fácilmente reconocibles por su carácter afable, su amabilidad, y una sutileza y refinamiento que parece encontrar ecos en cualquier parte excepto en la todopoderosa y aprensiva “Madre India”.
Los backwaters (brazos de agua) de los canales de Allepey son la única forma de comunicar las aldeas que se agrupan en un paisaje virgen
¿Por qué Kerala parece que no sea de la India? ¿Gracias a qué tipo de sortilegio su cultura ha conseguido ser tan original y al mismo tiempo permeable? Las respuestas nos rodean por todas partes y se encuentran en los más contradictorios detalles: los olores de su tierra y los vientos ajenos que la han acariciado desde hace milenios.
CALEIDOSCOPIO DE CULTURAS
La mágica Kerala de eterno verdor forma una estrecha franja de exuberante vegetación en la costa del sudoeste de la India, entre el mar de Lakshadweep y las montañas de los Ghats Occidentales. El paisaje está dominado por un sinfín de arrozales, plantaciones de mangos, anacardos y palmerales de cocos. Los Ghats con sus densas selvas mantuvieron a Kerala a salvo de invasiones de otras partes de India, propiciando que sus gentes se abrieran al mundo exterior, que venía vía marítima. Los pueblos más alejados llegaron a las costas de Kerala desde tiempos inmemoriales en busca de sus especias, del sándalo y del marfil. Mucho antes de que Vasco de Gama iniciara los primeros contactos europeos con la India (s. XVI), el litoral de Keraera ya conocido por fenicios, romanos, árabes y chinos.
Cuando llegaron los portugueses, más que nada dispuestos a romper el monopolio que controlaban los árabes sobre el comercio marítímo de las especias, Kerala no sólo era el centro mundial de las mismas, sino también el puente obligado de las que llegaban procedentes de las Molucas, las islas más aromáticas del Índico. Los lusitanos descubrieron con estupor que en Kerala ya existían comunidades de cristianos, y lo que es peor ¡éstos desconocían la existencia del Papa!
La cultura del estado es la más cosmopolita del país. Las redes utilizadas en Cochín, por ejemplo, son de origen chino
Pero su antigüedad ya empalidecía entonces comparada con la de los judíos; éstos habían aparecido tras la Diáspora de Palestina, casi 2000 mil años antes.
También fue en Keraladonde los chinos canalizaron sus productos e ideas, encontrando su camino ideal hacia el oeste. Hoy día, incluso en Cochín todavía se pesca con redes chinas. Esta amalgama de culturas y gentes ha hecho que los mallayalam sean el pueblo más cosmopolita de la India, contribuyendo a que sus múltiples comunidades religiosas -hindúes, musulmanes, cristianos y judíos-, sigan la ortodoxia más relajada del país. Una ortodoxia colorista y permisiva como la dulzura de su tierra.
LA EUFORIA DEL TRÓPICO
Mi primera visita a Kerala la realicé partiendo desde Goa. En un auténtico alarde de ignorancia, decidí descender por las costas de Malabar viajando en autobuses nocturnos. De este modo creí que, llegando descansado a mis destinos, cumpliría más a fondo con mis ansias exploratorias. Craso error. Dado que las temperaturas nunca eran inferiores a los 35grados, las ventanas de los autobuses siempre estaban abiertas, y la intensidad de los perfumes de la noche me tenían en perpetuo estado de exaltación. El paisaje era una línea ininterrumpida de asfixiados palmerales que reverberaban en la oscuridad. Junto a la carretera se movían figuras negras con sus dhotis anudados a las caderas, a la manera de extrañas faldas flotantes. Además, la lengua mallayalam es tan aguda y cantarina que el cotorrear de los pasajeros del autobús me tenía prisionero.
Y aún sabiendo que corría el riesgo de ser decapitado, no podía dejar de asomar la cabeza por la ventana, porque el encanto del trópico me producía tal euforia que todo me daba igual.
Esta sensación de arrebato alcanza su punto álgido cuando llegamos a Ernakulam y Fort Cochin. En ambas encontramos las pruebas vivas de la portentosa personalidad ecléctica de Kerala. Además de poseer el puerto más espectacular del sur de la India, aquí podemos visitar la iglesia más antigua del país (1503), estrechas callecitas con casas portuguesas que datan de 500 siglos atrás, las románticas redes de pesca introducidas por los mercaderes de Kublai Khan, y una sinagoga del s.XVI que pertenece a una comunidad judía que se remonta a los tiempos del apóstol santo Tomás, el 52 d.C. En Ernakulam puede presenciarse esa mezcla de danza y drama sagrado que se conoce como Kathakali: escenificación épica, yoga y expresión de la más arcaica cultura ayurvédica se combinan en este espectáculo con 500 años de antigüedad que raya lo onírico.
En Ernakulam pueden presenciarse las espectáculos de teatro, mezcla de danza y drama sagrado, que los indios llaman Kathakali
Iglesia de San Francisco, Fort Cochin
Mercado de especias en el barrio judío de Fort Cochin, que convive con comunidades hindúes, musulmanas y cristianas
PARAÍSO SOBRE LAS AGUAS
Si un paseo nocturno por las calles del viejo Fort Cochin resulta tan embriagador como la densa atmósfera tropical que se respira entre sus mansiones coloniales, he de reconocer que aquí la mayoría de visitantes suspiran por conocer cuanto antes la belleza de los canales de Allepey.
Formados en la laguna más extensa del sur de la India, los brazos de agua o backwaters de Allepey dibujan, entre tupidos palmerales de cocos, un fascinante mundo acuático que no conoce rival en el mundo. Sin que exista una sola carretera o puente, uno se ve obligado, como la población de todas sus aldeas, a usar grandes barcazas que surcan las aguas transportando personas y mercancías. La sensación de que estamos en un paraíso inalterado se nos adhiere a la piel como el olor a copra y a palma.
Siguiendo con la inconfundible idiosincrasia de Kerala, en la ciudad de Trivandrum, con sus 7 colinas arboladas, resulta casi imposible reconocer a la capital del estado.
Templo hindú de Sri Padmanabhaswany, en Trivandrum
A menos que uno se tropiece con algún rally político -por otra parte bastante frecuentes-, la urbe posee una atmósfera encantadora, civilizada y tan relajada como en ninguna otra capital india ¿Dónde podría encontrarse -excepto aquí- un hotel bautizado como el “Hilten”? No obstante, los turistas sólo llegan a Trivandrum con el fin de dirigirse cuanto antes a las playas de Kovallam Beach, que rivaliza en popularidad con las playas más famosas de Goa y Tamil Nadu.
Escena ciudadana en Trivandrum
Quien viene aquí lo hace para no hacer nada. Nadar en sus aguas resulta algo arriesgado, y el surf es patrimonio exclusivo de los australianos. Pero las puestas de sol son magníficas, se escucha a Pink Floyd en los baretos de la playa, y el flujo de turistas ha traído mercadillos de cachemires, rajastanis ¡e incluso tibetanos!
Pero yo soy un viajero remilgado y medio hindú, y considero, como éstos, que el océano es demasiado sagrado como para ensuciarlo con crema solar. Y si me dan a elegir, prefiero el aullido de un mono a Bon Jovi.
Mis vacaciones han llegado a su fin. En Kerala he recuperado mi norte, y por esto corro a comprar el billete del tren que me devolverá a él, sabiendo que el próximo año, cuando mi cansancio busque un mundo ajeno, Kerala me esperará de nuevo para enseñarme que aún no sé nada.
Texto: Félix Roig
Fotos: Gonzalo M. Azumendi
Kerala es conocida por algunas de sus características culturales y geográficas únicas. Las prácticas y tradiciones transmitidas de generación en generación, junto con algunas de las maravillas naturales con las que hemos sido bendecidos, han atraído a las personas a esta tierra durante siglos. Desde el antiguo sistema de salud de Ayurveda hasta nuestras pintorescas estaciones de montaña y nuestra diversa vida silvestre, le brindamos enlaces para acceder a una amplia gama de nuestras especialidades. Creemos que es nuestro deber compartir estos regalos con el resto del mundo. Estas especialidades del propio país de Dios que se vinculan a continuación serán útiles para limitar la búsqueda y guiarlo a su destino preferido junto con proporcionarle la información necesaria.