Author: Jose Luis Lobera
En los tiempos que vivimos, viajar por placer no es lo que era. ¿Interesado en recorrer el Camino Inca hacia Machu Picchu? ¿En visitar los barrios más históricos de Buenos Aires? ¿O tu plan ideal de vacaciones es pasar unos días de descanso en las playas del Caribe?
Hasta principios de 2020, hacer realidad planes de turismo como éstos era relativamente sencillo. Si disponías de tiempo y algo de dinero, era tan fácil como preparar el equipaje, planear tu itinerario y, en caso de visitas internacionales, tener un pasaporte y la documentación adecuada para viajar al destino elegido.
Cuando la pandemia del COVID-19 irrumpió en nuestras vidas, la ilusión de millones de viajeros de todo el mundo se vio truncada por las nuevas restricciones de movimiento, el confinamiento obligado y el cierre masivo de bares, museos, hoteles y restaurantes. A más de seis meses desde que estalló la pandemia, incluso las personas que han podido viajar han tenido que seguir estrictos protocolos de bioseguridad, como la de someterse a pruebas de PCR antes de partir o la de llevar una mascarilla durante todo el desplazamiento, así como afrontar el riesgo de restricciones en su destino, como el de guardar cuarentena o un posible confinamiento que no los permita regresar a su país de origen. Para muchos turistas, además, a la imposibilidad o complicación de viajar se suma el miedo al contagio, un sentimiento que será difícil de revertir incluso cuando aparezca una vacuna.
LA SITUACIÓN HOY Y LAS ESTIMACIONES A FUTURO
Así, con nuestra frustración de ver reducidos nuestros horizontes, también ha llegado una de las crisis más profundas a uno de los sectores más importantes de las economías de América Latina y el Caribe. Para poner su valor en contexto, el año pasado el turismo contribuyó al 8% del PIB latinoamericano, y casi rozó el 14% del PIB en el Caribe, lo que convierte a esta última región en la más dependiente del turismo en el mundo.
“Hemos pasado de hablar de problemas de masificación en algunos destinos a un escenario de demanda prácticamente nula en los últimos meses”, comenta con pesar Adela Moreda, especialista líder en turismo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Durante el primer semestre de 2020, por ejemplo, el Caribe ha vivido una caída del 58% en la llegada de turistas internacionales respecto al mismo periodo el año anterior. “Las estimaciones son devastadoras. La contracción del turismo podría acarrear la potencial pérdida de más de 110 mil millones de dólares del PIB turístico en toda la región”.
Moreda y su equipo, con apoyo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, han desarrollado un Modelo Predictivo de Demanda Turística Internacional para ayudar a los gobiernos de la región a priorizar inversiones en el sector, con base en la demanda real desde los países emisores de turistas. El innovador modelo compara la demanda que hubiera ocurrido en 2020 y 2021 de no haber existido la pandemia con los resultados de la situación actual, considerando entre otras variables la evolución de la pandemia, la reducción de la renta o el índice de confianza de viajar de los turistas.
“Ahora, más que nunca, los tomadores de decisiones deben mostrar habilidades de pensamiento crítico para relanzar un sector turístico fortalecido”, apunta Adela. “Con este tipo de instrumentos y el esfuerzo colectivo, somos optimistas acerca de la resiliencia del sector”.
En la primera línea de ese esfuerzo colectivo se encuentra Mahmood Patel, dueño del hotel Ocean Spray en Barbados, y cientos de los miles de operadores turísticos en la región que, de la noche a la mañana, han visto peligrar su negocio. Patel representa también a una ola de emprendedores en el sector que están pensando cómo salir fortalecidos de esta crisis.
“Antes del turismo, en Barbados dependíamos de la caña de azúcar: la cultivábamos, la exportábamos y luego importábamos todo lo demás”, explica Mahmood. “Y luego evolucionamos de eso al turismo y, desafortunadamente, nuestro producto turístico también se convirtió en ‘un tipo de cultivo’, básicamente ‘sol, mar y arena’, y no teníamos la imaginación para construir otros tipos de turismo o crear vínculos entre turismo y agricultura, o turismo y cultura, historia, etc”.
UNA RECUPERACIÓN BASADA EN LA COLABORACIÓN PÚBLICO-PRIVADA
En estos momentos, la prioridad de operadores turísticos como Mahmood—en su gran mayoría micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs) en el ámbito de la hostelería, el transporte de media y larga distancia, y las agencias de viaje—es generar un flujo mínimo de caja para garantizar la supervivencia de sus negocios. Como muchos de ellos no cuentan con grandes ahorros y no han podido diversificar sus fuentes de ingreso, el acceso a nuevas líneas de crédito o a ayudas gubernamentales se ha convertido en un salvavidas esencial.
En Argentina, por ejemplo, donde el turismo representa el 9,2% del PIB nacional, se calcula que el 8% de los operadores turísticos están pensando en cerrar y el 75% de ellos no se encuentran en condiciones de pagar salarios y gastos fijos a corto plazo.
Ante esta situación, el Ministerio de Turismo y Deportes argentino, con apoyo del BID, ha creado el Fondo de Auxilio y Capacitación Turística (FACT), que espera beneficiar a más de 2.500 MiPyMEs con incentivos económicos para pagar sueldos y proveer capacitación a aproximadamente 37.000 empleados durante seis meses. Las empresas beneficiarias deberán además comprometerse a realizar mejoras de calidad en el servicio que respeten las nuevas normas de bioseguridad y de distanciamiento social, en colaboración con los entes turísticos locales.
“Además de las ayudas de este Fondo, el Ministerio está impulsando un programa de pre-venta para generar demanda y, en el momento que se pueda hacer turismo, la demanda esté asegurada. También estamos ofreciendo ayuda a prestadores turísticos y un programa de mejoramiento de infraestructura turística denominado Plan 50 Destinos”, comenta Gabriela Cheli, coordinadora del Fondo FACT en el Ministerio.
Por su parte BID Invest, el brazo para el sector privado del Grupo BID, está trabajando con los gobiernos de la región y los bancos comerciales locales en la creación de facilidades crediticias de turismo que apoyen a la reactivación del sector en el Caribe y Centroamérica, las regiones más afectadas. “La recuperación de esta crisis requiere el apoyo por parte de los gobiernos, ya que el sector privado no puede hacerlo solo”, explica Rogerio Basso, jefe de turismo de BID Invest. “Estamos inyectando liquidez al sector hotelero y fortaleciendo la solvencia de sus negocios para que puedan recuperarse de manera expedita”.
ES EL MOMENTO DE INNOVAR
Los operadores turísticos que han logrado mantenerse a flote ya están pensando en cómo adaptarán sus modelos de negocio para prosperar en la nueva normalidad. Muchos están ajustando sus operaciones y comunicaciones para reflejar su compromiso con los protocolos de bioseguridad y los nuevos estándares de limpieza. Algunos hoteleros, incluso, están evaluando la necesidad de adaptar el diseño físico de sus instalaciones para respetar el distanciamiento social en áreas comunes como piscinas, bares y restaurantes.
Lo más alentador es que visionarios como Mahmood están viendo esta epidemia como una oportunidad para reinventar el turismo, literalmente. Hace seis años creó Coco Hills Forest, el único proyecto que combina la conservación agroforestal y el ecoturismo en Barbados. En 21 hectáreas de bosque cultiva más de 50 variedades de árboles frutales y 80 tipos diferentes de plantas que deleitan los ojos y el paladar de los turistas. Este tipo de propuesta responde a las nuevas tendencias y preferencias de los viajeros.
“El COVID-19 nos ha brindado la oportunidad de usar este proyecto de agroturismo como una plataforma para fortalecer otros sectores. Por ejemplo, podemos ayudar a alimentar a la comunidad local y crear un modelo de existencia más resistente y sostenible”, dice Mahmood. “Realmente no necesitamos el turismo de vidrio, concreto y acero; creo que eso es algo del pasado. Así que soy optimista de que esta pandemia, por muy mala que sea, también pueda crear un cambio de paradigma en la forma en que miramos hacia el futuro”.
El BID, a través de su laboratorio de innovación BID Lab y en colaboración con la Organización Mundial del Turismo, recientemente lanzó el concurso “Más Allá del Turismo ” para identificar modelos de negocio como el de Mahmood que revitalicen y transformen el sector. El desafío ha recibido más de 200 propuestas en dos categorías: el desarrollo de habilidades digitales de la fuerza laboral del turismo y la sostenibilidad ambiental. “La idea del desafío era re-imaginar el turismo”, dice Dora Moscoso, coordinadora del desafío desde BID Lab. “Hemos visto muchas propuestas para acelerar la transformación digital del sector, como son las innovaciones para usar realidad virtual en la oferta turística. Otro ejemplo es el turismo que ayuda a preservar la biodiversidad, como cuando los turistas participan en esfuerzos de preservación. Toman fotos de flora y fauna que se suben a la nube y, a través de inteligencia artificial, podemos ver cómo esas especies van evolucionando a lo largo del tiempo, sobre todas aquellas que están en extinción”.
Si bien la pandemia ha vaciado nuestras playas y cerrado nuestros museos temporalmente, no es la primera vez que el turismo ha sufrido reveses inesperados en nuestra región. Podremos mantener vivas nuestras ilusiones de viajar en la medida que el sector se adapte a la nueva normalidad y fomente, ahora más que nunca, nuevos abordajes y la colaboración pública-privada. La esperanza es que, muy pronto, volveremos a viajar por las Misiones Jesuíticas de Paraguay, los bosques frondosos de Brasil, o las playas de fina arena de Las Bahamas.
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