Entre las playas de Pinheira y Guarda do Embaú, en la región de Palhoça se pueden visitar un destino que ofrece una experiencia única

La capital de Santa Catarina, al sur de Brasil, es uno de los polos turísticos más demandados del sur de Brasil, por su combinación de playas (¡tiene 100!) e infraestructura urbana y hotelera que le han ganado el apodo de “isla de la magia”. Pero muy cerca de la isla favorita de los argentinos está el “Valle de la Utopía”, una antigua aldea hippie que ahora recibe a los viajeros que buscan naturaleza en su estado más puro. 

El viaje será breve: a 55 kilómetros de “Floripa” en ómnibus (el pasaje sale entre 33 y 40 reales por persona) o auto, por una ruta no muy bien señalizada, se llega a la Playa de Pinheira. El viaje insumirá unos 90 minutos, y de allí, adiós a las comodidades de un centro turístico tradicional: ni garaje techado, ni sombrillas, carpas o kioscos; tampoco caminos señalizados hasta la playa. Del punto de llegada resta una caminata de media hora por hermosos prados, lechos rocosos y playas desiertas, hasta el Valle de la Utopía.  

La razón del estilo despojado es que el lugar está en un parque nacional (que en Brasil se conoce como Área de Conservación), llamado Parque Estadual Serra do Tabuleiro (PAEST) el mayor del estado de Santa Catarina, creado en 1975 con el objetivo de proteger la biodiversidad de la región y las fuentes de agua dulce que abastecen las ciudades de la Gran Florianópolis y el sur del estado. El Parque ocupa cerca del 1% del territorio de Santa Catarina. 

Entre las playas de Pinheira y Guarda do Embaú, en la región de Palhoça, se accede al valle, una bahía que tiene fama de mística por su paisaje agreste, sus playas semi-desiertas y la inexistencia de infraestructura para los visitantes. Según los habitantes de la región, antes de ser parte de un área protegida -en las décadas de 1960 y 1970- el lugar era un imán para la tribu hippie de la época, y se hizo una fama de reducto cósmico, ideal para la meditación. 

El Valle de la Utopía cuenta con las playas de Prainha y Praia do Maço, transparentes y sin construcciones a la vista. El paseo incluye trekking por las colinas circundantes, vacas pastando, aves, mariposas de colores y el avistaje de otras joyas del litoral cartarinense como las islas de Papagaio, Três Irmãs, Moleques do Sul e Ilha dos Corais. 

Prainha, favorita de los surfistas, es accesible con una complejidad media, está deshabitada y es pequeña, con unos 200 metros de ancho. Maço, más pequeña, tiene 50 metros de longitud, con una franja de arena angosta y muy pedregosa. En el paisaje destacan las torres de piedras que hacen los visitantes. El “rock balancing” -dicen los locales- es una tradición del lugar, una especie de juego de Jenga pero con piedras, que forma parte de las rutinas de meditación del paraje. 

“Los argentinos -y muchos visitantes del Mercosur- conocen la costa de Santa Catarina tan bien como los propios brasileños”, comenta Silvio Nascimento, presidente de Embratur. “Nos entusiasma que la consideren un segundo hogar y que aún más turistas vengan a visitar sus destinos favoritos y descubran otros impensados. Aquí encontrarán un refugio virgen, conectado con la naturaleza y disfrutarán de paisajes increíbles.” 

Como llegar: Desde Argentina existen diversas opciones semanales de vuelos hacia Florianópolis, algunos directos y otros con escala en San Pablo o Brasilia.

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